La evolución de los precios de la vivienda en España es un reflejo de problemas estructurales que no son nuevos. Estamos ante una consecuencia de factores que llevan años gestándose, y todo apunta a que esta situación va a perdurar. La escasez de vivienda es evidente, no por falta de suelo disponible, sino porque el suelo es caro, lo que repercute directamente en los precios de salida de la obra nueva.
Esto genera una tasa de esfuerzo insostenible para muchos potenciales compradores, haciendo que acceder a una vivienda sea un reto cada vez mayor. Las causas de esta situación no son recientes: la crisis del 2008, aunque parece lejana, sigue marcando al sector. Aquel boom dejó tras de sí un fuerte control sobre la construcción y los créditos hipotecarios, lo que ha frenado el crecimiento de nuevas viviendas.
Aunque esto ha evitado otra burbuja inmobiliaria, también ha tenido efectos negativos, como la escasez de oferta frente a una demanda en constante crecimiento, especialmente en ciudades como Madrid, que atrae a más de 100.000 personas al año. Si no se construye a un ritmo acorde, es inevitable que los precios sigan al alza, generando más barreras de acceso y una posible inestabilidad en el mercado.
El panorama es complicado, y para estabilizar los precios se requiere un aumento significativo en la creación de viviendas y un enfoque más equilibrado respecto a la llegada de nueva población.